sábado, 30 de abril de 2016

Feliz día del animal para todos

Ayer fue el día del animal. 
Millones de animalitos que alegran la vida de la gente recibieron sus salutaciones por Facebook. 
Yo me incluyo entre esas personas: subí las fotos de mis dos negritas porque sentí que, de veras, merecían ese mimo póstumo por todo el amor puro y la diversión que le dieron a mi vida. 
Claro, en un punto, pudo ser un gesto ridículo, un homenaje del que, tanto los animalitos vivos como los que ya pasaron a mejor vida, jamás se enterarán... 
Hubo chistes, memes y todo tipo de burla al respecto, por cierto, algunos muy graciosos. 
El predominio del ingenio por sobre el sentimiento, uno de los tantos mecanismos-muros que aprendimos a construir los seres humanos para defender nuestros fuertes, fuertes que, paradójicamente, como todo en la vida, resultan ser muy débiles. 
La protección de la extrema fragilidad humana detrás de una armadura. 
Esta imagen preciosa y conmovedora la vi plasmada, de una manera genial, en la película infantil "Home" (las películas infantiles son mi debilidad), en la que la figura del temible enemigo era monstruosa e intimidatoria y la del líder, vendía falsa inteligencia y fortaleza, pero nadie se atrevía a contradecir y la masa sojuzgada le permitía perpetuarse en el poder. Pero, en verdad, la historia solo se trataba de seres inseguros, indefensos, algunos dulces y asustados detrás de su disfraz temible y otros, pobres de espíritu, opacos y también asustados, escudado por una fingida grandeza y esplendor... con excepción de su protagonista, el clásico antihéroe, puro e inadaptado, el que no encaja en ningún lado, el único no contaminado y sin disfraces. Y todo el argumento puesto en función de la soledad y de cómo se nos dificulta aceptarnos e interconectarnos. 
Solos vinimos y solos nos vamos. ¿Por qué, entonces, venimos a esta vida a establecer vínculos? 
Es normal, sobre ese dato de base, que las relaciones humanas se tornen siempre complicadas y que con los animalitos podamos desarrollar relaciones duraderas, estables y bellas.
La desconfianza es la única certeza. 
Tenemos miedo del otro que, en definitiva, por más que nazca de nuestras entrañas, siempre será un desconocido. 
El refrán "Piensa mal y acertarás" rige el modo defensivo entre las personas. Somos preventivamente prejuiciosos. Y la preeminencia del preconcepto es ancestral.
Creo, de verdad, que la primera herramienta de la que se valió el hombre fue la coraza emocional. 
Mostrarse fuerte para ser respetado y esconder debilidades sentimentales fue una pieza clave para la subsistencia.  
Que el otro no sepa quienes somos en realidad. 
Ganar la genuflexión del otro por la imposición del temor. 
Doblegar, no enamorar.
La distancia que nuestra individualidad necesita para que el invasor no nos ocupe. Protegerse de las lastimaduras y de los golpes que los demás pudieran infringir en el alma. 
Siempre se trató de la guerra de las mentes, ocultar las flaquezas, tapar los sentimientos. Esos que nos humanizan. ¿Esos que nos humanizan?
Me dejó pensando todo este fenómeno. Porque si para ser humano hay que cargar con esa mochila tan pesada, dolorosa, fría y calculadora, lo cierto es que me hubiera encantado pertenecer a ese reino "no pensante" y "si sintiente". 
El pensamiento lleva a la especulación y al sufrimiento, sin escalas.
Es más, sospecho que el pensamiento fue una de las trampas más seductoras con las que se engatuzó a la especie para elevarla a la categoría de Homo sapiens.  
En las letras chicas, tal vez dijera que esa nueva condición solo serviría para engordarlos de miedo, soberbia y melancolía y que ya, únicamente de modo intelectualizado, serían capaces de demostrar sentimientos más o menos similares a la genuina ternura, franca amistad, amor desinteresado, fidelidad incondicional, compañía garantizada, afecto ilimitado, espontaneidad permanente. Ese listado que, de manera tan natural, son capaces de expresar los animales cuando estrechan sus vidas a las del hombre.
Por supuesto que así se estructura la sociedad humana, pero cada uno de esos animalitos, sueltos, rodando en su propio habitat, junto con su manada, muy posiblemente, manejen códigos parecidos a los nuestros en pos de la supervivencia... 
Entonces, la gran diferencia quizás, se establezca cuando ya no existe la necesidad de cuidarse solo o en conjunto, competir o luchar por un espacio porque alguien te solucionó ese pequeño tema... ¡Y cómo no mostrarse la mar de encantador y agradecido!
¿Estaremos, en verdad, sobrevaluando la nobleza de los animales solo porque no comprendemos su idioma? ¿Serán ellos también seres interesados y calculadores, aprovechadores de circunstancias de debilidad humana?
El pensamiento le quita el encanto a todo. Es de lo único que hoy me siento segura.
En fin, de todos modos, amé a mis dos perritas, Camila y Morita, y les agradezco sus presencias en mi vida.
Y feliz día del animal para todos, los cerebrales y los sentimentales, los peludos y los lampiños, los que merecerían ser humanos y los que merecerían ser animales (y esto, dicho con el mayor de los sarcasmos).



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