lunes, 18 de marzo de 2013

¿Franz Kafka o Guido Kaczka?




Hoy tuve un despertar a lo Gregorio Samsa. 
No por que mi cuerpo sufriera metamorfosis alguna, cuestión que, a mi edad, ya no alarma porque se vive en continua mutación. Entiéndase bien: me levanté  con la sensación de ser menos aún que una cucaracha. 
Y el decaimiento del ánimo fue paulatino, igual que el increscendo en la conciencia del memorable hombrecito kafkiano, sorprendido por cada pelo duro y cascarón descubierto en su nueva estructura de insecto.    
Apagué la odiosa alarma del odioso despertador y encendí el odioso celular, como cada odiosa mañana. 
Encontré un  mensaje del consultorio de mi dermatóloga. Ahora, las secretarias, en un derroche de eficiencia, envían a los pacientes el recordatorio de los turnos tomados. Para personas como yo, con el cerebro perforado como un cuelapastas, es un servicio que, de verdad, se agradece. 
Cierto, tenía cita para hacerme ver una mancha muy fea en la cara. O una mancha en la cara muy fea. O una cara  muy fea en la mancha. Podían ser cualquiera de las tres posibilidades. 
Entré en el baño y me miré de reojo en el espejo, creí que había pasado frente a la vidriera de un negocio de artículos para embalaje: bolsas bajo los ojos, piel y rollos de papel corrugado y cuerpo tipo caja de sesenta por sesenta por noventa. Noventa en la cintura, por supuesto. Al subir sobre la balanza pude ver el resultado de esa multiplicación, pero en kilos.
Toda mi tristeza se tradujo en un suspiro. Nunca fui modelo en catálogo de trajes de baño, pero de allí a convertirme en catálogo sección lavarropas de Frávega, hay un largo sendero de destrucción.
Pensé que en algo ayudaría el método garbanzo: media hora en remojo y recobraría mi piel lozana. Y lo enfermo de toda esta cuestión era el autoengaño. Perdida como turca en la neblina del asfixiante baño de vapor, con el firme cometido de borrar arrugas, celulitis y marcas de sábanas, cantaba "Suave". Emulando a un Luis Miguel de vos áspera, blandía la esponja vegetal exfoliadora de muslos cual micrófono: "Me estimula su calor, su forma de caminar...". Y justo ahí, el agua empezó a ponerse tibia... más tibia... fresca... helada. 
El pelo empastado con el baño de crema... ¡y el agua congelada! Con un baile tribal, sonidos guturales de dialecto africano, temblores y puteadas tartamudas, terminó mi ducha. 
Intenté pensar en algo positivo recordando los dichos estúpidos de una actriz con siliconas que, en una revista de peluquería, pasaba a las señoras un consejo de su abuelita: terminar el baño con un chorro de agua fría arriba de las tetas, garantizaba que se mantuvieran erguidas. Yo lo único que tenía parado eran los timbres y, el resto, desmoronado como siempre. Y por más que los tocara, no atendía nadie. Y con piel de gallina. Una gallina con tetas. Y caídas, qué asco.
Medio aterida, me envolví en el toallón y quedé atontada bajo el aliento caliente y espeso del secador de pelo. Como pensaba quedarme un rato largo sentada en la misma posición para recuperarme de la hipotermia, encendí la radio. 
Con el dedo todavía entumecido, fui cambiando de sintonía y, a medida que pasaba de estación, mis oídos se acalambraban con la cumbia villera; se irritaban con el reggaeton; se inflamaban con la diversidad de locutores que fingían alegría, entusiasmo o emoción, y ardían con la caterva de malhablados e imbéciles sueltos por la frecuencia modulada. 
Es inevitable que me haga ruido en la oreja como si sonara una chicharra, cada vez que alguien emplea mal un verbo, utiliza modismos viciosos, traga eses o las escupe. 
Empecé a emborracharme con cocteles de tiempos verbales, música berreta y barbaridades variopintas:"Miguelito de Balvanera, me pidió que le pongamos este temón de Karina"; "¡Juana García, tanto que andaste llamando al programa, al final te ganastes dos entradas para el recital!" ; "Casi más, apreto una teclita y quedamos sin luz como si estaríamos en la época de las colonias, senior musicalizador." "Ustede que están afuera, no esperen a que se muera: aprovechen a ir de la abuela Teresa y pídanlen que les haga unas buena milanesa.", letra y música de "Lo pibes de Batán". "Chabona, si no queré' estudiar, está todo liso: salimo' de caño; curtimo' en el piso; fumamo' en el baño, tenemo' mellizo y pedimo' un plan trabajar.", letra y música de "No agité, wuachín".  
Mi escasa energía se había neutralizado con la vibración nociva de esas ondas sonoras intoxicantes. Me deprimí. Todo estaba en decadencia. Desde mi fisonomía completa hasta el idioma. ¿En qué extraña jerga nos estábamos comunicando? ¿Por qué la calidad de los productos era inexistente y la exigencia del consumidor había desaparecido? Nadie detenía el retroceso. La resignación avanzaba y los sueños se desteñían.
 De pronto pensé que, con un poco de suerte, tal vez, estuviera en medio de una pesadilla. Me concentré y pensé: "Tengo que despertar, tengo que despertar".  Cuando comprendí que la realidad se había vuelto un lugar desapacible, pensé: "Tengo que dormir, tengo que dormir." Pero ya se había hecho demasiado tarde. Y todo daba lo mismo. El concepto de igualdad mal entendido era algo así como que siendo todos distintos, libres y capaces de hacer lo que quisiéramos, nos conformábamos con vivir en un gran chiquero en el que, debajo del barro y de la basura, todos parecíamos los mismos cerdos. Más tarde o más temprano, estaríamos en el horno con el perejil en el culo y la manzana entre los dientes.    
Apagué la radio y el secador de pelo. Ya me tenían seca. 
Había dos caminos: O bien, lustraba la manzana e iba lavando el ramito de perejil o me rebelaba contra el sistema. 
Acerqué la cara al espejo, con ambas manos estiré para atrás los pómulos y me observé con cara de coreana sorprendida. Bajé los brazos y todo volvió a caerse. 

"¡Uy, como si tendrías quince, capa! So' vo'...", dije en voz alta. "Vamo' chabona, tá' todo piola: mové el toor, andá de la dotora y angarrá lo que haiga dando weltas..., que por si no te avivastes o no te lo dijieron, yo te lo aviso a vo' y al que quiera sentirme, atájenlan que la vida te se va en un chiflido, te se va. Y cuando se piantó, fuistes."    





 

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