jueves, 7 de marzo de 2013

Y por casa, cómo andamos.



Hablando de archivos reventados, caos, mescolanzas y olvidos, caí en la cuenta de que, en realidad, la analogía perfecta no era con la Justicia Nacional sino con mi presente(?) estado cerebral. 
Prueba fiel de la lentitud de pensamiento es haberme percatado de tal obviedad, dos días más tarde. 
No es sorprendente que las similitudes con lo negativo, sean más fáciles de ver en terreno ajeno.  
Pienso (lo intento, al menos) que deberíamos traer un menú con las opciones "eliminar", "papelera de reciclaje" y "spam", entre otras. 
Al fin y al cabo, el hombre siendo el creador de la ciencia informática, contempló los problemas con los que acarreaba su pobre cerebro humano para mejorar el rendimiento en materia de inteligencia artificial. 
De lo que podría inferirse, que Dios carecía de conflictos de esta índole. Aunque por dogma sea "único modelo de toda perfección", me permito la herejía de preguntarme de cuántas taras propias y adquiridas nos habrá librado al idear nuestras complejas circunvoluciones, tan similares, curiosamente, a los intestinos por lo retorcidas y enmierdadas. 
El principio bíblico que indica haber sido concebidos a imagen y semejanza del Creador, me atrevo, como heresiarca que soy, a cuestionarlo. Tal vez, se erija encima de un concepto falaz. 
Daría toda la sensación de que lo nuevo siempre se construye sobre una base de disconformidad con respecto a lo que lo precedió, evitando repetir las fallas de lo ya existente. A pesar del esfuerzo y de la expresa voluntad de cambio, el producto renovado siempre tendrá defectos. 
Es como la educación. 
Los padres, cuanto mayor voluntad ponen en hacer bien el trabajo, realmente lo joden. Por miedo a incurrir en los errores que cometieron sus padres con ellos, inauguran funestas concatenaciones de desatinos, que van de generación en degeneración, en una caída infinita. 
Para hablar del  comienzo del proceso de deterioro del comportamiento humano, habría que retrotraerse a Adán y Eva. Todo arrancó mal. Y esto no es noticia para nadie y está muy lejos de ser un pensamiento original como el pecado, también poco original, convengamos.
Dios tenía una razón contundente para retenerlos en el Paraíso entretenidos con los pajarillos y las florcitas, las uvas y las hojas de parra sin arrancar porque no había nada qué tapar. La parejita no veía que le colgaban vistosos y muy bonitos atributos. Por mucho tiempo, fueron solo buenos amigos que retozaban mirando las nubes pasar, ignorando que algún día nefasto, Adán le iba a hacer ver las estrellas a Eva. Sin conciencia de que haciendo la cochinada se lo pasaba chiche bombón, pasaron un rato largo, hasta que la bicha, que venía a ser una especie de Rampolla celestial, los avivó: "Coman tontitos, coman de esta frutita cachonda, ya verán cómo se calientan." Refiriéndose a la inocente manzana que terminó siendo el pato de la boda y quedó mal reputada por el resto de su existencia como comprador arrepentido en Mercado Libre.
 Y como esa tarde en el Paraíso corría un chijete bárbaro, les pareció buena idea calentarse. Y se pudrió todo, incluida la manzana.
La veda de carne no tenía un sentido moralista, como siempre se nos hizo creer, sino, sencillamente, pragmático: Dios sabía que ese par de chicos le habían salido estéticos, pero cabezas huecas. Servían para decorar sus jardines como estatuas viventes y nada más. Él tenía la certeza de la calamitosa incapacidad de sus cerebritos lerdos, de lo que se culpaba por no haber resistido la tentación de hundir su dedote en las molleras blandas cuando todavía estaban frescos. Su sabiduría infinita le decía que eso de la paternidad era una tarea que hacía agua por todos lados. Y siempre es mejor prevenir que curar. Se negaba a pasar el resto de su eternidad escuchando a un par de  tontos inmaduros, culpándose entre sí, incapaces de hacerse cargo de su propia estupidez. Ya son conocidos todos los desastres que se desencadenaron a partir del mosdisco inicial. Adán se lavó las manos diciendo: "yo no fui, fue mi costilla"; Eva quedó como la instigadora de todo mal y sin posibilidad de defensa alguna ya que la agarraron con la manzana en la mano. Y así de conflictiva y belicosa comenzó la historia de la humanidad. Enfrentados padre e hijos, hombre y mujer. Y mi abuelita repitiendo: "Es de atorranta andar calentando la pava."    

Bien, después de tamaña digresión disgregada, logré desprenderme de mi revuelto de ideas. 
Ahora debería acomodarlas para que se vean un poco más claras. 
Los archivos sirven para clasificar información, ordenarla y facilitar su posterior búsqueda. Cada vez que uno quiere encontrar algo, utiliza el mismo 
criterio para dar con el dato deseado. Ese sería el camino que indica la lógica.
 El barullo no es algo que se contemple en este proceso. 
Por ejemplo, la lógica indica que para que una persona no pierda nunca las llaves de su casa, debería tener un lugar fijo en donde guardarlas, sin embargo, todos los días perdemos el tiempo revolviendo cajones, alacenas y carteras para encontrarlas. 
En la práctica no funcionamos correctamente. El cerebro se empeña en distraer la atención y guardar información innecesaria, insana e inútil, que nos convierte en inútiles, insanos e innecesarios. 
Si el hombre fue capaz de concebir sistemas en los que sí se puede desechar noticias que no pedimos ni precisamos, sospecho que esa idea nace de un saber intrínseco. 
Vale decir que, en algún rincón del seso; en la profundidad de una cisura; en una zona sin acceso momentáneo, cohexiste esa capacidad latente. 
Tenemos el botón suprimir. Así como, también tenemos el botón telepatía; telequinesia; eficiencia energética; autosanación, y cuanta fantasía se nos cruce, que hoy solo se considera ficción científica y verso de mentalista trucho. 
Si se nos ocurre como posible, si imaginamos su existencia, es porque sentimos que en algún lado está. 
Solo que tenemos la información desorganizada. Frente al caos, no rodeemos al cerebro con una faja de clausura, tal como la municipalidad rodea los edificios de Tribunales y se sienta a ver cómo se desmoronan.
Hagamos un  estudio de factibilidad: este es el nuevo continente que aún no descubrimos. 
Tal vez, algún día, en lugar de preguntar como desaforados "dónde están las putas llaves", podremos concentrarnos de manera que ellas vuelen solitas hacia nuestras manos. 
Quién dice que no lograremos borrar los pensamientos negativos, autodestructivos y el pesar inoculado por algún amargado que se nos cruce en el camino, para que no nos desconcentren e interfieran en la edificación de nuestros propios procesos creativos. 
O figúrese usted, en lugar de agarrarse un ataque de hígado post visita de suegra y soportar estoico el humillante desfile de candidatos valiosos que la hija dejó escapar, usando de pasarela  su propia nariz; mentalmente, visualice a esa señora como un pequeño trozo de mierda, oprima un botón virtual y expúlsela por el desagote del inodoro. Note que se desliza como por un tobogán de parque de agua y, luego, retransmítale el pensamiento sin mediar palabra y hasta con una sonrisa en la boca: una hermosa teleputeada o carajeada mental que la hará recapacitar y pedir disculpas o irse. 

Quizás, un buen comienzo para emprender el camino hacia esas tierras inexploradas, sería ordenar nuestras prioridades; detectar a tiempo vampiros desenergizantes; poner en estado de hibernación nuestra mente antes de caer en un estresazo; alimentarse de buenos afectos y poner la mirada sobre las cosas bellas.
No hay descubrimiento que no aparezca  en el momento justo. Ni antes ni después de que el hombre esté preparado para percibirlo.
Por eso, sería bueno aquietar la mente para escuchar y observar lo que llevamos dentro. 
Salir adentro. 
Allí está todo lo necesario para lograr una mejor existencia.






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